El amor nace salvaje, sin ropas, ni escudos, vestido tan solo con la libertad, una esencia gaseosa que se percibe, pero no se atrapa. Por eso Freya y Od dan vuelo a su historia lejos de los protocolos, de los versos ya escritos por otros, para recitar espontáneamente los suyos, aquellos que brotan solo cuando la emoción es una llama ardiente. Han huido a su rincón del mundo, al refugio donde su amor florece, para desde lo íntimo declamar con promesas lo singular de su historia. Una celebración que se escapa de lo prefabricado, para rendirse a lo auténtico, lo puro, y es allí donde emerge potente su romanticismo. Y así, los novios se sumergen en un ritual profundo, concentrados en un amor que crece, respirando sus palabras amorosas, ajenos a todo lo que no sean ellos dos. Para unirse, para celebrar su enlace, solo se necesitan el uno al otro, sin mayor adorno que el amor, dos testigos y el templo de la naturaleza. Han escapado de los formalismos para dar inicio a un nuevo camino que nace libre, alejados del destino que otros tenían preparados para ellos.
El cabello se inspira en la energía de las deidades vikingas con sus tonalidades rojizas que nos recuerdan al fuego sagrado. En los novios, el cabello simboliza la fuerza amorosa, la llama que la sella y la hace perdurable en el tiempo, por eso ambos lucen el pelo largo en colores cobrizos.
La novia porta diferentes texturas, por un lado, distintos tipos de trenzas que se subliman con una diadema joya, símbolo del significado divino del enlace. Además, despeja su rostro con varias trenzas de raíz adornadas con aros, presentes también en la diadema, una forma que representa el infinito.
El novio recoge sus rastas para mostrar el rapado de los laterales y darle un protagonismo a los rostros que se miran, el uno al otro, en un reflejo comunicante.
Peluquería: Juanmy Medialdea.
Fotografía: Joseph Table.
Make Up: Albert The Make Up Skull.