Por todos es sabido que un profesional formado es aquel que posee los conocimientos técnicos adecuados para poder superar todos los retos que puedan surgir en el ejercicio de la profesión. Sin embargo, la enseñanza no solamente es la instrucción sobre una materia o técnica, sino que puede ser mucho más si el educador entiende todo su potencial. Un formador debe tener la capacidad de transformar y motivar y eso es algo que solo se consigue desde la pasión.
“Todos recordamos a algún profesor que nos hizo odiar una asignatura y a otro que, incluso sin gustarnos a priori la materia, nos atrajo hacia ella. Eso es lo que debemos recordar cuando damos una formación, la importancia de aprovechar la ocasión de que tenemos a futuros profesionales o a profesionales escuchándonos para no solo ofrecerles un mayor conocimiento sobre algo, también para transmitirles pasión por el oficio, algo que no se consigue si no se hace desde la motivación del propio enseñante. Cuando se enseña desde el convencimiento que da la emoción, el amor por lo que haces, se llega mucho más lejos porque tocas el corazón de los demás, quizá sin saberlo, y contagias, atraes al alumno hacia lo que tú estás haciendo, ya que lo haces mucho más atractivo y apasionante”, explica Eloy Moreno, director del centro de formación Antonio Eloy Escuela Profesional.
Cuando enseñamos nos podemos encontrar entre el público con personas que están ahí por diferentes motivos, pero seguramente, un alto porcentaje viene con las ideas no muy claras. Algunos jóvenes se acercan al mundo de la imagen cuando están un poco desorientados y eso ya los predispone para, en un principio, no estar al cien por cien receptivos. Sin embargo, aquellos que han conocido a profesionales apasionados que les muestran todo el potencial del oficio reconocen vivir una transformación, un antes y un después. “Vivimos en la sociedad de la imagen, pero al mismo tiempo, muchas de las personas que comienzan a formarse lo hacen desde la desorientación personal y muchos formadores se quedan en la parte más técnica. No incluyen en sus explicaciones lo que se puede lograr con un corte o con una coloración. La imagen es muy importante para proyectarnos hacia el mundo y también es terapéutica, nos ayuda a sentirnos bien. Muchas veces no se explica porque se da por sentado o porque pensamos que no tiene que ver con la formación que impartimos. Cada acción que realizamos en el cabello tiene un impacto debido a su significación. Por lo tanto, conocer el sentido de todo lo que hacemos ayuda a formar a profesionales más completos que valoran lo que hacen porque saben que tiene un valor. Creo que no debe importarnos el por qué están ahí, sino cómo podemos mostrarles un camino no solo de desarrollo profesional, también de crecimiento personal. La imagen es mucho más que una apariencia, a través de ella enseñamos valores que son fundamentales para convertir a los alumnos en buenos profesionales y mejores personas. Quien no vea esto es que no ha entendido nada de la preciosa profesión que ejercemos”, asegura Eloy Moreno.
Cómo formamos también repercute en la visión que tienen nuestros alumnos del oficio y eso es algo que luego se refleja en su comportamiento en el salón hacia su propio trabajo, el de sus compañeros y la relación con el cliente. Trabajar motivados e ilusionados no es trabajar, es mucho más, es disfrutar con lo que se hace y eso no tiene precio. “Trabajamos en solitario o en equipos, pero siempre con personas, nuestros clientes. La actitud con la que trabajamos se forja cuando nos formamos, en el momento en el que tomamos la forma del profesional que vamos a ser, por eso es tan importante que nos formen desde la motivación y las ganas por crecer. Y nunca es tarde para cambiar. ¿Cuántos profesionales se enamoraron del oficio después de una masterclass con un profesional apasionado que vio en el trabajo una fuente de realización personal, es decir, de felicidad? Un peluquero motivado y apasionado destaca porque es inconformista, persigue la excelencia, y ese esfuerzo y sacrificio vale la pena porque no se lleva a cabo con sufrimiento, sino con disfrute. Y esa energía se contagia, se multiplica y se refleja en todo lo que hace, en los servicios, con los compañeros, con las formaciones, con todo. Y no nos engañemos, una peluquería es un negocio, un profesional así con su actitud vende todo y es crucial para el éxito”, afirma el directivo.
La peluquería puede parecer una profesión como otra cualquiera, sin embargo, para los que descubrieron todo el potencial que ofrece es también un modo de vida.
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