Los peluqueros llegamos a esta profesión atraídos por el glamour y atractivo de poner elegantes a las personas con formaciones técnicas más bien mediocres en un comienzo y en las que el lado práctico y de gestión económica y/o de personas en el caso de afrontar un equipo por reducido que sea es 0. Se va aprendiendo sobre el terreno. En la mayoría de los casos, a golpe de prueba/error, con lo que se van dando palos de ciego y, en el caso de ser muy buenos técnicamente, quizás sobreviven, y en el caso de ser menos dotados para el acabado, suelen acabar cerrando.
Es por ello que los profesionales que tienen dotes para la economía o se saben rodear de alguien que haga este papel, salen adelante con menos dificultades.
A diferencia de lo que ocurría en el 2000, la llegada de un nuevo siglo trajo cambios profundos en la gestión de cualquier negocio. La informatización de nuestros salones era obligada. No podíamos afrontar los retos del siglo XXI con conceptos y sistemas del siglo anterior. Las herramientas como los ordenadores y tablets tenían y tienen diferentes finalidades.
También se da una mejor gestión del tiempo con cada servicio/cliente y el acceso directo por parte de los gestores al promedio de cada uno de los servicios por colaborador y del equipo. Se debe tener en claro qué servicios funcionan, cuáles se pueden mejorar y qué nuevos servicios debemos implementar.
Desde hace aproximadamente 10 años, la comunicación con nuestros colaboradores (clientes internos) se hizo más profunda con formaciones de tipo no solo técnico, sino también emocional y relacional, en la que los objetivos de la empresa y la de los colaboradores debe de ir alineada. Para ello tuvimos que darles herramientas de gestión emocional y de liderazgo (nunca se había prestado atención a estos temas) en las que ninguno de nosotros estábamos preparados y a las que fuimos poniendo foco, cada uno de manera más o menos ortodoxa.
Si no tenemos habilidades de gestión económica aceptables para nuestros salones, debemos tener alguien que lleve al detalle una cuenta de resultados en la que nuestros ingresos y gastos estén al día, ya que nos servirán para ver en qué estado de “salud real” se encuentra nuestro negocio. “Salud real” es no creer que las cosas van bien o mal, sino saberlo al dedillo, con cifras.
Debemos contar con un gestor que nos ponga al día acerca de los diferentes sistemas de contratación y que nos informe constantemente de posibles ventajas fiscales o sociales que nos ayuden a rentabilizar y no tener sobresaltos en el negocio.
Para la gestión de personas debemos formarnos o contratar a personas que estén capacitadas para ayudarnos en esta faceta, una de las más complicadas con las que me encontré no solo en mi salón, sino también en los de otros compañeros con los que colaboré.
También debemos tener habilidades en el campo de las redes sociales. Si no las tenemos, es fundamental aprenderlas o, como en mi caso, tener en nómina a un profesional que determine qué hacer y cuándo hacerlo para atraer al salón ese target de cliente que precisas para rejuvenecer tu clientela, acometer acciones que eleven el ticket medio, hacer que funcionen promociones e informar activamente a tu cliente potencial.
La gestión que realizábamos antes de la pandemia es distinta. Soy de la opinión de que no hay casualidades y sí causalidades. Siguiendo esta creencia, la pandemia, como cualquier crisis, debe ser tratada así, como un momento en el que sobrevivirán los mejor dotados.
Igual al resto de las situaciones complicadas que ya vivimos, entramos todos juntos y, sin embargo, cada uno saldrá con lo que tenga o pueda. Por ejemplo, nos obligaron a tener citas programadas en las que se fragmentara el trabajo para evitar las aglomeraciones en los salones. Era el momento de trabajar la personalización en todas sus fases: higiene, recepción, diagnósticos, tiempo de acción y acabado, mejorando la atención y gestionando el tiempo para ser rentables.
Para nuestro salón supuso que los lunes y los viernes sean igual de productivos y que el cliente, al pedir hora por un colaborador, y se dé que éste no esté en la fecha y hora que solicitaba, acabe siendo atendido por otro profesional. Este inconveniente inicial se reconvierte en el equilibrio que siempre perseguimos como ideal entre peluqueros y no habíamos logrado conseguir en 25 años. En apenas 9 meses lo logramos. Esto hace que el efecto económico negativo se haya paliado al abrir entre 2 y 3 horas más al día y rotar al equipo en horarios y días diferentes. Fue un trabajo ímprobo al principio, lograr que funcionara, pero hoy va costando menos la aceptación y la fluidez del mismo.
Por otra parte, la formación es clave para cualquier profesional que desee avanzar y mejorar resultados. Para los empresarios es igual, con la diferencia que además debe aprender en diferentes facetas, no solo en habilidades “duras” o de aprendizaje técnico, sino también necesita trabajar “las habilidades blandas” en las que la gestión de las personas y equipos es fundamental, como también la gestión económica, el saber crear una cuenta de resultados, y entender que los gastos y sus porcentajes hacen rentable nuestro negocio.
Es muy importante tener en claro cómo comunicar nuestro trabajo al exterior porque de nada sirve lo bien que lo haces o lo bueno que seas, si la gente no lo sabe. Todas estas habilidades y alguna más debemos tenerlas presentes y/o aprenderlas o contratarlas.
En nuestro caso, para gestionar nuestro proyecto de forma eficiente, creamos una empresa liderada por tres socios con distintas habilidades en las que reposa el peso del negocio: Paty Martin, que se encarga de la parte administrativa, gestión de horarios, contrataciones, compras y cuenta de resultados, enlace con la gestoría y evitar que nos cuelen algún gol en los bancos, proveedores o gestoría; y Sandra Sadler, que es la encargada de nuevos servicios, tratamientos, actualizaciones del menú de servicios, “look del salón”, la imagen que extrapolamos al exterior y el hilo directo con nuestro profesional de Marketing “Alfie” y las influencers con las que habitualmente trabajamos. A mí me corresponde la formación continuada del equipo, así como todo lo relacionado con productos técnicos y servicios de color, la actualización constante del equipo de coloristas que en este momento está conformado por 5 personas (yo incluido). También me encargo de la elaboración de escritos relacionados con la difusión profesional y con los clientes, y el envío de tendencias y novedades para los periodistas.
Si hago referencia a las nuevas medidas de gestión adoptadas en la post-pandemia, aprendimos con mi equipo a sacarle partido a una situación que en un comienzo parecía terrible, dándonos el permiso de reinventarnos, equivocarnos y volver a probar.
Cuando la normalidad llegue de verdad, espero que sepamos quedarnos con ciertos cambios que nos vimos forzados a ejecutar y que nos dieron un resultado fantástico y recuperar situaciones anteriores al estado de alarma, que hoy han sido relegadas. En definitiva, seguiremos abiertos al cambio y sus posibilidades. La fórmula pasa por hacer partícipe al equipo de todo, de los cambios, los porqués de los mismos y de cuál es el resultado que perseguimos con ellos. Si los equipos se sienten partícipes de la historia querrán ser parte de tu historia.
Si queremos profesionalizarnos en estas temáticas debemos tener consciencia de que todo cambia, que nada permanece invariable, que lo que hoy funciona, mañana puede dejar de hacerlo y que no podemos ni debemos ser “hombre orquesta”. Hay habilidades que probablemente nunca tendremos y es por eso que debemos contratar a quien las tenga para beneficio de nuestro negocio y tranquilidad personal porque todo tiene un costo, a veces en forma de tiempo extra que echarle al negocio o al aprendizaje y otras veces en forma de pago por servicios que necesitamos y que quizás no podemos o no sabemos cubrir.
Tenemos que buscar formaciones que nos complementen como personas, líderes y profesionales; estar atentos a los cambios del mercado, a lo que el cliente demanda, a nuestras carencias y talentos, unos para mejorarlos y los segundos para potenciarlos. En definitiva, vivir nuestra parte profesional con la misma intensidad que nuestra vida personal.
Hoy en día, la profesionalización del sector es muy importante. Al margen de mi salón, tengo una empresa de educación con la que trabajo en España y Sudamérica. Nos contratan para generar mejoras en las habilidades duras o técnicas y en las habilidades blandas o de gestión de emociones, liderazgo, gestión del tiempo, resolución de conflictos, entre otras.
Hace apenas 10 años, esta empresa no habría tenido mercado porque nadie sentía que lo necesitaba. Hoy es impensable no entender que son obligadas contra con estas y otras habilidades.
Sí siento, sinceramente, que nuestro sector, nuestra profesión, va en esa dirección, en la de ser “profesionales globales y altamente competitivos” porque no hay otro camino, solo el de la mejora continua para poder seguir siendo, parafraseando a mi querida amiga Adela Herranz, “la profesión más bonita del mundo”.
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