La moda siempre ha tenido dos facetas: la que nos guía a estar más lindas y la que nos somete a tener que llegar a esos aspiracionales de las marcas que remiten a rostros casi tallados por un orfebre. Imposible no sentirse mal si nos comparamos con ellos.
Muchas son las razones para oír y aprender del feminismo que nos convoca a aceptarnos tal cual nacimos y somos: altas, flacas, gordas, morenas o muy blancas. En ese proceso de deconstrucción, tan necesario y bienvenido, nos encontramos los profesionales del maquillaje y de la estética viendo cómo damos nuevo sentido a nuestros servicios a la hora de embellecer. ¿Será que está faltando una mirada más respetuosa de los gustos personales, sin dejar de atender esas voces que se alzan en nombre de todas a liberarnos de los estereotipos?
Es cierto que la cultura y su subsidiaria industria de la belleza ha convertido a millones de mujeres en permanentes insatisfechas: siempre habrá algún tratamiento que se pueda hacer para eliminar lo que el paso del tiempo indefectiblemente traerá. El punto es adquirir la autoestima necesaria como para hacer uso de ello, sin convertirnos en adictas.
Pero atendamos que hay personas que padecen problemas inestéticos que afectan su calidad de vida. Llevan a cuestas un vitiligo, un angioma, lunares extensos, manchas o cicatrices, o quizás el rostro sea asimétrico por haber sufrido un ACV o por secuelas de accidentes. Todas razones suficientes como para entender que el maquillaje resulta necesario si no quieren estar en el mundo con su característica a la vista.
El asesoramiento por parte de los maquilladores es crucial para que puedan hacerse a sí mismos el arreglo personal al iniciar el día, para verse y mostrarse agradables.
Cierto es que hay quienes supieron asumir y hasta enorgullecerse de dichas particularidades y el maquillaje pasará de largo, pero para quienes lo necesitan, es un recurso reparador que interviene su imagen por unas horas, permitiendo posicionarse ante la mirada de los demás de un modo más vivible.
Ahora bien, ¿qué es un estigma para cada quién? Muchas mujeres realmente agraciadas no se gustan a sí mismas y ven sus facciones imperfectas, aún sin contar con ninguna de aquellas peculiaridades. Esto demuestra que la apreciación sobre uno mismo se construye en base a múltiples factores: la autoestima, el medio sociocultural que se habita, la propia autoexigencia, el rol que se desempeñe, la aspiración estética a alcanzar, el deseo de construir un propio perfil singular o la aspiración a parecerse, lo más posible, a la imagen hegemónica propuesta por el mercado.
Las redes sociales son la muestra más clara de los dos polos de la cosmovisión sobre el cuerpo que se nos propone acerca de cómo lucir: o totalmente libres, sin presiones, al natural, sin tintes ni pigmentos en la piel o la belleza perfecta de las influencers. ¿Qué lugar ocupa la coquetería y el placer del arreglo personal? ¿Qué podemos ofrecer a las clientas? ¿Qué propuesta le hacemos a la novia que recurre a nuestra experiencia para embellecerla?
Desde el maquillaje siempre se puede llegar a la mejor expresión de belleza de un rostro, pero solo si se escucha a la persona. Pero escuchar el deseo de quien busca verse mejor no debe ser ni juzgado ni menos pretender modificarlo desde nuestros propios parámetros estéticos, que están también, sin duda, atravesados por todo aquel mundo de la imagen. Como referentes de belleza, este momento de deconstrucción también nos interpela.
El mundo subjetivo es un enigma y no debemos interceder en ello más que ofreciendo nuestro arte, partiendo de los datos que la misma clienta nos refiera, a través de su relato o con las fotos que nos muestra.
Como profesionales de la belleza no incurramos en generar inseguridades, no clasifiquemos, no califiquemos. Busquemos lo mejor de cada cara, destaquemos la hermosura.
Es imposible no ver el brillo de unos ojos que están buscando verse más bonitos. Nuestra tarea es siempre encontrar la belleza, a la vista u oculta… según el cristal con que se mire.
Créditos
Fotos: Grupo Imaginador de Ediciones.
PH: Alberto Cifarelli.
Marisa del Dago
Maquilladora, docente y disertante internacional.
Psicóloga en formación.
IG@marisadeldago
IG @antropologiadelabelleza