El crochet o ganchillo nos retrotrae a técnicas de tejido tradicionales transmitidas de madres a hijas durante generaciones. A la sabiduría de un mundo tejido durante siglos que va desapareciendo, aunque su legado compuesto de artesanía, paciencia y respeto a los ritmos naturales de la vida nos ayudan a diseñar una realidad mejorada gracias a esos valores.
La desaparición abrupta de esta generación de mujeres mayores, las últimas tejedoras, es también el atardecer de un mundo que desaparece ante nuestros ojos. Por eso, Anna Barroca les rinde homenaje con una colección que recupera esta técnica para situarla en el amanecer de la vanguardia.
La realidad nos obliga a ocultarnos, a protegernos de los otros, con máscaras en un carnaval desafortunado. Sin embargo, en cada espacio nimio, encontramos un lugar para la libertad.
El rostro es una pieza de crochet a través de la cual respiramos y, aunque enturbie nuestra mirada, no impide que nos liberemos a través del cabello, nuestra fuerza expansiva, que, con la riqueza de sus fibras, es el tejido del alma.
La tradición es un libro tejido que nos explica el mundo y en ocasiones nos protege de él.
Comprenderlo es amarlo y amarlo, conservarlo.
El cabello se transforma en un tejido sensible, que yace en los claroscuros para sobrevivir, desde donde nos susurra que en la ambigüedad está su verdadera esencia: soy todo lo que quiero ser.
La tradición es un libro tejido que nos explica el mundo y en ocasiones nos protege de él.
Comprenderlo es amarlo y amarlo, conservarlo.
El cabello se transforma en un tejido sensible, que yace en los claroscuros para sobrevivir, desde donde nos susurra que en la ambigüedad está su verdadera esencia: soy todo lo que quiero ser.
Peluquería: Anna Barroca.
Fotografía: David Arnal.
Make Up: Anna González.
Estilismo: Anna Barroca.