Los días de confinamiento fueron vividos por los más jóvenes como un cautiverio, una privación de libertad que los clientes del salón intentaron sortear trabajando su cabello libremente. Un ejercicio simbólico en el que la imperfección refleja toda la fuerza expresiva de las emociones de aquellos días y que los ha llevado a ser protagonistas de esta colección en la que narran en primera persona su historia. Eso los acerca aún más al sentimiento colectivo con cortes que forman triángulos, una geometría sagrada de la que toman el impulso para renacer y a dirigirse hacia el futuro. No ser modelos profesionales les ha permitido mostrar la autenticidad y verdad que se encuentra detrás de sus rostros, conectando con el público general.
Los días de confinamiento nos dejaron encerrados a solas con nosotros mismos y a la extrañeza de lo que sucedía fuera, se añadía lo que vivíamos por dentro. Era, también, un estado de alarma personal. Tras la reapertura de los salones, muchos clientes nos confesaron que durante el periodo que la barbería estuvo cerrada se atrevieron a cortar su cabello. Sentían una necesidad de mejorar su imagen como si así tomasen las riendas de su vida en ese tiempo no-tiempo. Esa toma de contacto con su creatividad les conectó con sus emociones y en esas formas irregulares e imperfectas, surgió un equilibrio. A ellos les he concedido el protagonismo de esta colección a modo de homenaje. He querido reflejarlo en cortes que no pretendían la perfección, sino respetando las siluetas con geometría sagrada que sin saber diseñaron. Por eso, redundan las formas triangulares, las texturas que parecen dispararse y sobresalir. De ahí el título que da nombre, el artículo de la Constitución que nos sacó para siempre de la normalidad.
Peluquería: La Barbería de Diego (Diego Guerrero).
Fotografía: Ernesto Gonca.
Make Up: Inma.
Estilismo: La Barbería de Diego.