Cuantas veces hemos leído u oído hablar sobre esta frase. Yo también la traslado al mundo de la cosmetología.
Es muy común encontrarnos con pacientes/clientes que sienten la imperiosa necesidad de realizarse todo lo que esté al alcance de sus manos en una sola sesión, buscando mágicamente resultados inmediatos, tal vez, con algún tipo de problemática que merece tratamientos específicos y sostenidos en el tiempo o, quizás, mejorar un aspecto por el cual nunca lo habían hecho. ¡El clásico quiero todo ya!
Como experta en el área, mantengo que no es conveniente emplear y desplegar (en una sola sesión) un sin fin de aparatos y productos con la idea errónea de obtener mejores resultados, ya que nuestra piel tiene una capacidad de absorción y resistencia limitada. La aplicación en demasía de exfoliantes, cremas, sérums, aceites, ácidos, etc. terminan no cumpliendo el objetivo principal por el cual fueron aplicados. Muy por el contrario, quedan en la superficie cutánea, aportando en algunos casos: alteración en el pH, mayor untuosidad, sensación de adherencia, disconfort, etc.
Lo mismo sucede con la aparatología: no todas las pieles son aptas para la utilización de cualquier tipo de aparatos, aunque -cabe destacar- ellos son maravillosos y un complemento indispensable a la hora de trabajar en gabinete. No obstante, el exceso de tiempo, el manejo inadecuado y las exageradas combinaciones, finalmente concluyen estresando la piel. Si la piel se estresa, refleja notablemente: opacidad, sequedad o abundante oleosidad, erupciones, ojeras, sensibilidad, enrojecimiento, entre otros.
Yo considero y sostengo que ¡MENOS ES MÁS! Por esta razón, creo conveniente evaluar las necesidades fundamentales y primordiales para mejorar, en primera instancia, la salud de la piel, ya que al estar perfectamente limpia e hidratada, mejora su funcionamiento natural. En segundo lugar, se debe hacer hincapié en la estética, con lo que es de incumbencia para cada quien.
He de aquí la importancia de comenzar por lo elemental e ir avanzando paulatinamente.
Planificación del trabajo a realizar por el profesional y guía para el paciente/cliente
1- Comenzar con lo esencial
A = higiene profunda (extracción de comedones, espinillas y milium).
B = acondicionamiento cutáneo según tendencia (hidratación o seboregulación).
2- Priorizar las necesidades de cada caso
A = tratar las lesiones primarias del acné (casos avanzados previa consulta médica).
B= confortar las pieles: eritrosicas, reactivas, rosácea (casos avanzados previa consulta médica).
C= desórdenes pigmentarios: máculas, melasmas, lentigo solar, etc.
3- Antiagen (envejecimiento cronológico, envejecimiento gravitacional).
4- Brindar un espacio de adaptación para la piel: respetar los tiempos de espera entre cada sesión, tratar los esteticismos prioritariamente.
Si bien es indiscutible que las necesidades de la vida actual nos apremian, hay muchos detalles importantes (obviamente no es obligación saberlo) que no podemos pasar por alto a la hora de pensar en el cuidado de nuestro cutis. Por ello, es de suma importancia recurrir a la/el cosmetóloga/o en ayuda de asesoramiento sobre lo más conveniente en cada caso específico, justamente para no lesionar ni provocar daños indeseables.