Para influir en uno mismo se debe utilizar el cerebro. Para influir en otros debemos usar el corazón.
Si quiero tener el respeto o la confianza de alguien, difícilmente lo conseguiré a través de conocimientos técnicos o de razonamientos más o menos sorprendentes, deberé dar paso a situaciones afectivas y emocionales para conseguirlo.
Esta es la base primordial del liderazgo: crear momentos y situaciones para que esto se dé. No es suficiente con tener ideas, todos las tenemos, sino debemos llevarlas adelante.
El liderazgo surge del ejemplo. En lugar de decir qué hay que hacer comenzaremos por hacerlo, poniendo en relieve aquello que falta.
Me explico mejor. Si lo que falta es confianza, confiaré en mi equipo. Si la falta es de alegría, seré el primero en estaré alegre. Si de lo que carezco es iniciativa, deberé mostrar ese camino provocando que ocurra. Si es generosidad de lo que carezco, me tocará ser generoso en el esfuerzo ofreciéndome para lo que sea necesario, no puedo exigir aquello que no estoy dispuesto a dar.
Incluye la humildad y la confianza entre tus valores. Crea la acción necesaria para que esta sirva de atracción. Nadie sigue tu técnica, te siguen a ti. Tú eres la personificación de tu mensaje.
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Por Luis Miguel Vecina
Coach en Liderazgo de Equipos
Especialista en Coloración
Director de Expertise Education
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